Advertencias
YAOI: Si no te gusta el yaoi, por favor no leas.
PG-13:Escenas eróticas, sexo explícito.
Resumen: Las pequeñas señales resultan en una verdad muy dolorosa. Haitsu
PG-13:Escenas eróticas, sexo explícito.
Resumen: Las pequeñas señales resultan en una verdad muy dolorosa. Haitsu
+ Nunca debes besar +
¿Cuántas veces pensaste que todo iba a terminar? Yo sólo lo pensé una vez, cuando por una terrible coincidencia del destino mis padres nos vieron besarnos en uno de los pasillos de mi departamento. Recuerdo que me quedé en blanco mientras te dejaba allí solo, esperando alguna muy buena explicación, corrí desesperado tratando de buscarlos pero ellos se habían ido ya.
Creí que mi vida se acabaría ahí mismo, sin poder verte y sin poder amarte como lo he hecho hasta este momento. Cuando vi a mis padres en su casa pensé que uno de ellos me arrojaría piedras o intentaría matarme con sus propias manos. No les dejé hablar, una y otra vez les grité cuanto te amaba y que estaba dispuesto a morir si ellos se interponían en nuestra relación. Mi madre poco después me abrazó llorando mientras que mi padre me miraba con reprobación.
- No seas tonto Hai-chan, ya lo sabíamos. Nunca te dejaremos solo… eres nuestro hijo. – Dijo ella besando mi mejilla, acariciándola después. - Aunque no me resulte agradable, respeto tus sentimientos hijo… yo amo a tu madre y no dejaré que te comportes como un tonto por querer a una persona. – Respondió después mi padre con aquella serenidad y severidad que siempre tenía.
Nunca me sentí tan aliviado como ese día, tú te presentaste con ellos como mi novio y yo agradecí no haberme puesto a llorar como una niña, cuando me sorprendiste con aquella noticia.
Siempre pensé que tus labios eran más dulces que cualquier cosa, pues a pesar de haber estado con otros hombres tú eras muy diferente cuando me besabas.
Nunca pude serte infiel, mi corazón no me permitía sentir nada por nadie más que tú. Cuando te conocí no pude resistir encantarme de tu comportamiento de niño, a veces posesivo, a veces tan caprichoso. No pude negar que te amé desde el primer momento en que posaste tus ojos en mí.
Sakura me había atraído, pero no lo suficiente para intentar nada más que un par de besos alocados para probar. Pero luego de pensarlo mejor no llegué a querer intentar algo más que eso. Tus ojos sutiles me ponían nervioso, pues pasaban días sin mirarme y eso me dolía cada vez, creía que estabas alejándote de mí. Cuando llegó Kitamura todo fue más entretenido, y esa época fue una de las mejores de mi vida.
Un día me hablaste de tener hijos, de formar una familia y crecer como persona en aquel aspecto esencial de la vida. Pensé que necesitabas tiempo para reflexionar, ya que también estaba en esa etapa en la que me preguntaba si sería capaz de criar niños, e incluso seriamente había decidido tenerlos con una mujer. Y aquella mujer apareció tiempo después en mi vida, Megumi, quien poseía enormes deseos de poder ser madre y yo desde mi corazón sentía que necesitaba dejar alguna descendencia para mi familia.
Nunca te opusiste a mi idea, y rogué porque tu corazón no pudiera ser herido por mi decisión un tanto egoísta pero importante para mí. Y a pesar de que durante ese tiempo te mantuviste distante, era normal después de todo, intenté quedarme lo más cerca que pude para que no sintieras que aquella meta podría separarnos.
Muchas cosas pasaron, me sentía totalmente seguro a tu lado, al menos creía que nadie podía darme aquella paz mental que tú me entregabas cada vez que hablábamos o simplementes nos mirábamos. El proyecto de tu vida se había llevado a cabo con total éxito. L’Arc~en~Ciel batía records y teníamos la suficiente energía como para seguir trabajando en mejores metas que cumplir.
Cada noche me encontraba a tu lado, dejando que tu cuerpo se fundiera con el mío. Tus labios besándome tan apasionados como siempre, era el paraíso.
¿Es verdad que ya no me amas?
Cuando el trabajo se hacía pesado desaparecías algunos días, avisándome días antes con llamadas telefónicas. Luego de varias a faltas a nuestras citas comencé a preocuparme. Comenzaste a faltar más seguido y sin aviso alguno de ello. Llegabas en la madrugada con un sutil aroma, pensé en aquellos momentos que sólo era mi imaginación al estar medio dormido, y luego de eso percibía nuevamente el aroma de tu perfume en mis fosas nasales.
Y pasaron meses antes de aceptar lo que estaba pasando, me negaba a creerlo, me negué a ver, me cegué ante esa posibilidad porque mi corazón estaba marcado con tu nombre. Con tus besos, con tus caricias, con todo tu ser después de tantas noches en las que compartimos el deseo de estar juntos a pesar de todo. Las excusas me parecían verdaderas, el diferente aroma en su piel no me extrañó nunca, sus besos ligeros y sus caricias leves antes de hacerme el amor. Sus salidas a media noche, sus citas de trabajo para revistas de modelaje, hasta los rumores en la prensa amarillista y rosa no eran suficientes para que me preocupara en serio.
Era sábado, habíamos cenado en casa después de haber paseado por algunas tiendas del centro. Abrazados en el sillón,en nuestra típica sesión de cosquillas al no tener nada que ver en la televisión. Recuerdo que la mayoría del tiempo eras tú quien empezaba a molestarme para que jugáramos. Al no tener nada qué hacer después de jugar videojuegos, leer algún manga o sólo mirarnos abrazados en la alfombra de la sala, éramos felices, o al menos eso creía yo.
Las caricias subieron de tono, tus besos seguían siendo ligeros, hasta que dejaste de besarme por completo. Sí, lo había olvidado, tus labios sólo rozaban los míos. Me aventaste a la cama, estabamos en mi departamento ya que me habías sutilmente prohibido que fuera al tuyo después de darme excusas tontas. Había quitado sensualmente tu camisa, desabotonándola con los dientes como solía hacerlo cuando éramos más jóvenes y apasionados. Más tarde me ocupaba de besar y acariciar tu pecho, para detenerme en tu pantalón.
A través de los años aprendí a tocarte y encontrar tus puntos erógenos, claro que también aprendí que el sexo oral era el que te enloquecía y decidí practicarlo para complacerte, ya que era lo que más quería en el mundo. Lentamente desabroché el cinturón para luego bajar el cierre de este, me gustaba moverme suave y lento para que disfrutaras de la forma en que te desnudaba. Hasta que por fin la ropa ya no era un obstáculo. Tomé tu erección con mis manos dándole leves caricias para después llevármela a la boca y jugar con mi lengua sobre esta, añadiendo mis dientes con cuidado pues aquello te excitaba más. Así es como te di placer por algún rato, demostrando que los años de “entrenamiento” con tu cuerpo daban los resultados que a ti tanto te gustaban.
Antes de que acabaras me empujaste con cierta rudeza, me acomodaste bajo tu cuerpo para luego desnudarme con prisa y un aire frío en tu mirada. Aquella actitud me pareció un poco violenta, porque parecías molesto y pensé que yo había hecho algo que te hacía sentir mal. Segundos después me mordiste el cuello justo cuando me penetrabas con fuerza, no me preparaste demasiado, aunque no me importó demasiado pues la mayoría del tiempo era así. Grité al sentir mi cuerpo caliente, notando los espasmos debido al placer que sentía, mi mente se perdía en aquellos instantes de extremo placer y necesitaba más de ti, cada vez.
Sin embargo, en alguno de aquellos segundos de lucidez que lograba tener mientras me tomabas con fuerza, comprendí que ya no me besabas como muchas veces antes durante el acto sexual. Recordé una frase, una tontería quizás, “Nunca debes besar”. Una regla que en las profesiones tales como acompañantes o prostitutas, era importante pues se debía parecer “enamorada” pero nunca realmente entregarse por completo a quien le pagaba por sus servicios. Me sentí herido, humillado y miserable por caer en cuenta sobre este hecho, él me estaba engañando.
Un simple hecho había golpeado en mi mente y esta había conectado todo, él me estaba usando, igual como son usadas las prostitutas por dinero. Usándome…
Intenté en vano detener a mi cuerpo para que no disfrutara del sexo, pero no tuve éxito, ya me encontraba exhausto luego de haber llegado al orgasmo. Él no lo hizo hasta dar dos o tres embestidas más a mi cuerpo. Ni siquiera había captado en la posición en la que me encontraba, boca abajo en la cama, quizás la excitación había nublado todo y no podía ver nada más. Creí que lloraría hasta morir, pero en vez de aquello permanecí a su lado abrazándole hasta el día siguiente, sin ser correspondido, después de acomodarnos para dormir. Otra señal, pues varias veces antes había pasado lo mismo. Todas las mentiras invadían mi cabeza luego de leer con real sorpresa los titulares del periódico, que cada día era entregado a mi departamento. “Ogawa Tetsuya se casará, Sakai Ayana será su esposa ” Mi corazón se quebró en miles de pedacitos literalmente, no podía creerlo, no quería creerlo.
Un ataque de pánico se apoderó de mí; esa chica, esa modelo que alguna vez vi. “Sólo es para aparentar, sabes que siempre me han vinculado contigo” Dijiste al leer el periódico restándole importancia y con aquella sonrisa que me parecía bastante verdadera, seguiste como si nada hubiese pasado durante el tiempo que estuviste aquí.
Traté de no creer, de no cuestionar tus explicaciones y tus promesas. Pero mi corazón me alertaba de algo más. Ya no me mirabas a los ojos, no me abrazabas, no me besabas, ni siquiera me permitías tocarte cuando estábamos solos. Solamente me permitías dirigirte la palabra en la oficina, y me hacías el amor de forma agresiva, incluso hubo veces en las que me lastimarte y pediste disculpas después aunque realmente notaba que no te importaba hacerlo. Te amaba, y en realidad mi corazón aún es tuyo, pero no pude soportarlo.
“Ogawa Tetsuya, felizmente casado con la joven modelo Sakai Ayana”
Me confesaste después de este titular que se había apoderado de todos los tabloides y sitios de internet, que amabas a esa chica. Que ya habían formado una familia, que sus padres se enorgullecían de tener a un hombre tan “respetable” como esposo de su hija. Que yo ya no significaba nada más que un amigo íntimo y un ex-novio al que siempre recordaría.
“Te amé mucho, pero ahora tengo una esposa y deseo entregarle todo para que seamos felices”
Kitamura me lo había dicho, Yukihiro lo había insinuado varias veces, Sakura había confesado aquello también después de un par de tragos en un bar. Incluso Gackt me había advertido sobre esta situación mucho antes, antes de cualquiera.
¿En verdad ya no soy nada para ti?
Respondiste que había sido una hermosa ilusión
¿Entonces me mentiste todo este tiempo?
“Perdóname, Haido… pero no quería herirte” Dijiste con calma, mirándome a los ojos.
¿Me usaste como a una prostituta y no me lo dijiste?
“Lo siento, nunca quise lastimarte Haido… fue muy difícil aceptar que ya… habíamos terminado.” ¡¡TÚ LO TERMINASTE TETSU, TÚ LO TERMINASTE TODO!!
“Perdóname… perdóname… por favor perdóname…” Murmuraste antes de salir de mi apartamento.
Escuché la puerta cerrarse detrás de ti, mis lágrimas no pararon hasta que me quedé dormido, tirado en la alfombra de la sala después de haber bebido todo lo que quedaba en el bar. Me sentí miserable, tan miserable al saber que fui un ciego, un idiota, un estúpido que creyó que el amor de Tetsu iba a ser para siempre.
Desperté en una cama de hospital, Kitamura me miraba preocupado desde la silla a mi lado junto a él estaba Yukihiro, y a los pies de la cama se encontraba Gackt de pie más pálido de lo que alguna vez lo vi.
Supe que me había intoxicado con alcohol, pero eso no mejoró mi ánimo pues hubiera preferido morir que ver a esa chica, Ayana, en el marco de la puerta de mi habitación observándome. Lo último que vi después de eso fue como Tetsu se iba de la mano de su esposa, por el pasillo del hospital. Entonces comprendí que todo se había terminado entre nosotros.
Creí que mi vida se acabaría ahí mismo, sin poder verte y sin poder amarte como lo he hecho hasta este momento. Cuando vi a mis padres en su casa pensé que uno de ellos me arrojaría piedras o intentaría matarme con sus propias manos. No les dejé hablar, una y otra vez les grité cuanto te amaba y que estaba dispuesto a morir si ellos se interponían en nuestra relación. Mi madre poco después me abrazó llorando mientras que mi padre me miraba con reprobación.
- No seas tonto Hai-chan, ya lo sabíamos. Nunca te dejaremos solo… eres nuestro hijo. – Dijo ella besando mi mejilla, acariciándola después. - Aunque no me resulte agradable, respeto tus sentimientos hijo… yo amo a tu madre y no dejaré que te comportes como un tonto por querer a una persona. – Respondió después mi padre con aquella serenidad y severidad que siempre tenía.
Nunca me sentí tan aliviado como ese día, tú te presentaste con ellos como mi novio y yo agradecí no haberme puesto a llorar como una niña, cuando me sorprendiste con aquella noticia.
Siempre pensé que tus labios eran más dulces que cualquier cosa, pues a pesar de haber estado con otros hombres tú eras muy diferente cuando me besabas.
Nunca pude serte infiel, mi corazón no me permitía sentir nada por nadie más que tú. Cuando te conocí no pude resistir encantarme de tu comportamiento de niño, a veces posesivo, a veces tan caprichoso. No pude negar que te amé desde el primer momento en que posaste tus ojos en mí.
Sakura me había atraído, pero no lo suficiente para intentar nada más que un par de besos alocados para probar. Pero luego de pensarlo mejor no llegué a querer intentar algo más que eso. Tus ojos sutiles me ponían nervioso, pues pasaban días sin mirarme y eso me dolía cada vez, creía que estabas alejándote de mí. Cuando llegó Kitamura todo fue más entretenido, y esa época fue una de las mejores de mi vida.
Un día me hablaste de tener hijos, de formar una familia y crecer como persona en aquel aspecto esencial de la vida. Pensé que necesitabas tiempo para reflexionar, ya que también estaba en esa etapa en la que me preguntaba si sería capaz de criar niños, e incluso seriamente había decidido tenerlos con una mujer. Y aquella mujer apareció tiempo después en mi vida, Megumi, quien poseía enormes deseos de poder ser madre y yo desde mi corazón sentía que necesitaba dejar alguna descendencia para mi familia.
Nunca te opusiste a mi idea, y rogué porque tu corazón no pudiera ser herido por mi decisión un tanto egoísta pero importante para mí. Y a pesar de que durante ese tiempo te mantuviste distante, era normal después de todo, intenté quedarme lo más cerca que pude para que no sintieras que aquella meta podría separarnos.
Muchas cosas pasaron, me sentía totalmente seguro a tu lado, al menos creía que nadie podía darme aquella paz mental que tú me entregabas cada vez que hablábamos o simplementes nos mirábamos. El proyecto de tu vida se había llevado a cabo con total éxito. L’Arc~en~Ciel batía records y teníamos la suficiente energía como para seguir trabajando en mejores metas que cumplir.
Cada noche me encontraba a tu lado, dejando que tu cuerpo se fundiera con el mío. Tus labios besándome tan apasionados como siempre, era el paraíso.
¿Es verdad que ya no me amas?
Cuando el trabajo se hacía pesado desaparecías algunos días, avisándome días antes con llamadas telefónicas. Luego de varias a faltas a nuestras citas comencé a preocuparme. Comenzaste a faltar más seguido y sin aviso alguno de ello. Llegabas en la madrugada con un sutil aroma, pensé en aquellos momentos que sólo era mi imaginación al estar medio dormido, y luego de eso percibía nuevamente el aroma de tu perfume en mis fosas nasales.
Y pasaron meses antes de aceptar lo que estaba pasando, me negaba a creerlo, me negué a ver, me cegué ante esa posibilidad porque mi corazón estaba marcado con tu nombre. Con tus besos, con tus caricias, con todo tu ser después de tantas noches en las que compartimos el deseo de estar juntos a pesar de todo. Las excusas me parecían verdaderas, el diferente aroma en su piel no me extrañó nunca, sus besos ligeros y sus caricias leves antes de hacerme el amor. Sus salidas a media noche, sus citas de trabajo para revistas de modelaje, hasta los rumores en la prensa amarillista y rosa no eran suficientes para que me preocupara en serio.
Era sábado, habíamos cenado en casa después de haber paseado por algunas tiendas del centro. Abrazados en el sillón,en nuestra típica sesión de cosquillas al no tener nada que ver en la televisión. Recuerdo que la mayoría del tiempo eras tú quien empezaba a molestarme para que jugáramos. Al no tener nada qué hacer después de jugar videojuegos, leer algún manga o sólo mirarnos abrazados en la alfombra de la sala, éramos felices, o al menos eso creía yo.
Las caricias subieron de tono, tus besos seguían siendo ligeros, hasta que dejaste de besarme por completo. Sí, lo había olvidado, tus labios sólo rozaban los míos. Me aventaste a la cama, estabamos en mi departamento ya que me habías sutilmente prohibido que fuera al tuyo después de darme excusas tontas. Había quitado sensualmente tu camisa, desabotonándola con los dientes como solía hacerlo cuando éramos más jóvenes y apasionados. Más tarde me ocupaba de besar y acariciar tu pecho, para detenerme en tu pantalón.
A través de los años aprendí a tocarte y encontrar tus puntos erógenos, claro que también aprendí que el sexo oral era el que te enloquecía y decidí practicarlo para complacerte, ya que era lo que más quería en el mundo. Lentamente desabroché el cinturón para luego bajar el cierre de este, me gustaba moverme suave y lento para que disfrutaras de la forma en que te desnudaba. Hasta que por fin la ropa ya no era un obstáculo. Tomé tu erección con mis manos dándole leves caricias para después llevármela a la boca y jugar con mi lengua sobre esta, añadiendo mis dientes con cuidado pues aquello te excitaba más. Así es como te di placer por algún rato, demostrando que los años de “entrenamiento” con tu cuerpo daban los resultados que a ti tanto te gustaban.
Antes de que acabaras me empujaste con cierta rudeza, me acomodaste bajo tu cuerpo para luego desnudarme con prisa y un aire frío en tu mirada. Aquella actitud me pareció un poco violenta, porque parecías molesto y pensé que yo había hecho algo que te hacía sentir mal. Segundos después me mordiste el cuello justo cuando me penetrabas con fuerza, no me preparaste demasiado, aunque no me importó demasiado pues la mayoría del tiempo era así. Grité al sentir mi cuerpo caliente, notando los espasmos debido al placer que sentía, mi mente se perdía en aquellos instantes de extremo placer y necesitaba más de ti, cada vez.
Sin embargo, en alguno de aquellos segundos de lucidez que lograba tener mientras me tomabas con fuerza, comprendí que ya no me besabas como muchas veces antes durante el acto sexual. Recordé una frase, una tontería quizás, “Nunca debes besar”. Una regla que en las profesiones tales como acompañantes o prostitutas, era importante pues se debía parecer “enamorada” pero nunca realmente entregarse por completo a quien le pagaba por sus servicios. Me sentí herido, humillado y miserable por caer en cuenta sobre este hecho, él me estaba engañando.
Un simple hecho había golpeado en mi mente y esta había conectado todo, él me estaba usando, igual como son usadas las prostitutas por dinero. Usándome…
Intenté en vano detener a mi cuerpo para que no disfrutara del sexo, pero no tuve éxito, ya me encontraba exhausto luego de haber llegado al orgasmo. Él no lo hizo hasta dar dos o tres embestidas más a mi cuerpo. Ni siquiera había captado en la posición en la que me encontraba, boca abajo en la cama, quizás la excitación había nublado todo y no podía ver nada más. Creí que lloraría hasta morir, pero en vez de aquello permanecí a su lado abrazándole hasta el día siguiente, sin ser correspondido, después de acomodarnos para dormir. Otra señal, pues varias veces antes había pasado lo mismo. Todas las mentiras invadían mi cabeza luego de leer con real sorpresa los titulares del periódico, que cada día era entregado a mi departamento. “Ogawa Tetsuya se casará, Sakai Ayana será su esposa ” Mi corazón se quebró en miles de pedacitos literalmente, no podía creerlo, no quería creerlo.
Un ataque de pánico se apoderó de mí; esa chica, esa modelo que alguna vez vi. “Sólo es para aparentar, sabes que siempre me han vinculado contigo” Dijiste al leer el periódico restándole importancia y con aquella sonrisa que me parecía bastante verdadera, seguiste como si nada hubiese pasado durante el tiempo que estuviste aquí.
Traté de no creer, de no cuestionar tus explicaciones y tus promesas. Pero mi corazón me alertaba de algo más. Ya no me mirabas a los ojos, no me abrazabas, no me besabas, ni siquiera me permitías tocarte cuando estábamos solos. Solamente me permitías dirigirte la palabra en la oficina, y me hacías el amor de forma agresiva, incluso hubo veces en las que me lastimarte y pediste disculpas después aunque realmente notaba que no te importaba hacerlo. Te amaba, y en realidad mi corazón aún es tuyo, pero no pude soportarlo.
“Ogawa Tetsuya, felizmente casado con la joven modelo Sakai Ayana”
Me confesaste después de este titular que se había apoderado de todos los tabloides y sitios de internet, que amabas a esa chica. Que ya habían formado una familia, que sus padres se enorgullecían de tener a un hombre tan “respetable” como esposo de su hija. Que yo ya no significaba nada más que un amigo íntimo y un ex-novio al que siempre recordaría.
“Te amé mucho, pero ahora tengo una esposa y deseo entregarle todo para que seamos felices”
Kitamura me lo había dicho, Yukihiro lo había insinuado varias veces, Sakura había confesado aquello también después de un par de tragos en un bar. Incluso Gackt me había advertido sobre esta situación mucho antes, antes de cualquiera.
¿En verdad ya no soy nada para ti?
Respondiste que había sido una hermosa ilusión
¿Entonces me mentiste todo este tiempo?
“Perdóname, Haido… pero no quería herirte” Dijiste con calma, mirándome a los ojos.
¿Me usaste como a una prostituta y no me lo dijiste?
“Lo siento, nunca quise lastimarte Haido… fue muy difícil aceptar que ya… habíamos terminado.” ¡¡TÚ LO TERMINASTE TETSU, TÚ LO TERMINASTE TODO!!
“Perdóname… perdóname… por favor perdóname…” Murmuraste antes de salir de mi apartamento.
Escuché la puerta cerrarse detrás de ti, mis lágrimas no pararon hasta que me quedé dormido, tirado en la alfombra de la sala después de haber bebido todo lo que quedaba en el bar. Me sentí miserable, tan miserable al saber que fui un ciego, un idiota, un estúpido que creyó que el amor de Tetsu iba a ser para siempre.
Desperté en una cama de hospital, Kitamura me miraba preocupado desde la silla a mi lado junto a él estaba Yukihiro, y a los pies de la cama se encontraba Gackt de pie más pálido de lo que alguna vez lo vi.
Supe que me había intoxicado con alcohol, pero eso no mejoró mi ánimo pues hubiera preferido morir que ver a esa chica, Ayana, en el marco de la puerta de mi habitación observándome. Lo último que vi después de eso fue como Tetsu se iba de la mano de su esposa, por el pasillo del hospital. Entonces comprendí que todo se había terminado entre nosotros.